Todos los días - desde faltando diez para las diez de la noche- Juana, una bóxer café con blanco de seis años de edad, se sienta en la puerta de la entrada de la alcoba de sus amos a esperar que se dé alguna señal positiva para traer su oliente cobija y disponerse a dormir. Ella, Juana, mira persistentemente a don Luis Eduardo Sepúlveda -uno de sus dueños- y estoicamente espera sin enojarse ni ladrar.
“… la perra se para en el portón de la puerta y no me mira a mí, es mirando al papá… y después de un buen rato alza la cabeza como diciendo: ¡quihubo pues!” declara doña Ligia Cardona, ama de la casa y de la bóxer, en medio de risas.
Por fortuna para Juana, habitualmente, su amo no demora más de quince minutos para levantarse y traerle la cobija en la cual Juana se echa a dormir y la bóxer, agradecida, demuestra su felicidad con señales como mover la cola, brincar en las cuatro patas y correr con su dueño.
Señala doña Ligia: “el papá le pregunta a Juana: ¿nos acostamos ya? Y la bóxer entiende e inmediatamente se levanta y mira hacia el lugar donde se guarda la cobija. Esa perra es muy graciosa”.
Historia de Juan Camilo Sepúlveda Cardona
Medellín, Colombia. 21 de abril de 2010.
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